Me toca hoy desengañar a tantos jóvenes que vienen abrigando una extraña doctrina autodenominada “etnonacionalismo”, que entre sus principios doctrinarios, de observancia y práctica obligatoria de sus militantes, se lee el siguiente: “El etnonacionalismo reivindicacionista de nuestra estirpe cobriza-tahuantinsuyana, en cuanto mayoría demográfico-cultural para sí y hegemónica en la dirección política y económica del país”. Es indudable que estamos frente a un movimiento político que reivindica la grandiosidad de la cultura Inca, pero se equivocan al sobrevalorar la supuesta unidad y cohesión cultural-étnica en el antiguo Perú. Los partidarios de Humala desconocen que el propio término3 “Tahuantinsuyo” no fue conocido por los primeros cronistas de la conquista quienes como testigos presenciales interrogaron a funcionarios incas, a curacas, jefes étnicos locales y al propio Atao Huallpa, inca capturado en Cajamarca. Los interrogados se referían al Cusco, como el nombre del país, en otros casos, se referían a la “tierra”, pero no nombraron la palabra “Tahuantinsuyo”. En este sentido, no existía en el Perú que conocieron los españoles en 1532, un término que englobara a todo el territorio conquistado y administrado por los Incas del Cusco. El dominio inca de los amplios territorios que con Huayna Cápac alcanzó su mayor extensión era apenas reciente. Se calcula en menos de 60 años el tiempo que tomaron los Incas para extender su curacazgo inicial (Cusco) Pasto (actual Colombia) y hasta más al sur del río Maule (actual Chile). Por lo tanto, el dominio Inca de tantísimos territorios y curacazgos no había sido completo. Muchos Curacas locales todavía guardarían rencor por las guerras de dominación, por sus huacas que fueron llevadas al Inticancha (llamado también Koricancha) y por la pérdida de sus privilegios que gozaban antes de la conquista Inca. ¿Cómo puede explicarse entonces el amplio apoyo que encontró Pizarro entre los “Tumbis”, “Tallanes”, “Chimues”, “Yauyos”, “Huancas”, “Tarmas”, “Jaujas”, “Cañaris”, “Chachapoyas”, “Huamachucos”, entre otras decenas de etnias?. El propio Garcilaso Inca de la Vega decía del Estado fundado por los ancestros de su madre: “la debilidad del Imperio Inca fue por haber sido constituido por tanta variedad de naciones diversas y contrarias”. Por otro lado, Cieza de León, soldado y cronista español calificó al Estado Inca como “una nación de muchas patrias”. Esas muchas “patrias” y sus respetivos jefes nativos colaboraron con Pizarro. Le ayudaron con alimentos, hombres de carga, agua, implementos para la guerra y hasta con soldados para enfrentarse al propio Atao Huallpa y a sus generales: Rumiñahui, Challco Chimac, Yucra Huallpa, Chaicari y Quisquis. Mencionaré sólo a cuatro jefes locales colaboracionistas: Guacrapáucar (curaca de los Huancas), Francisco Chillche (yana-guerrero Cañar), Francisco Guamán (yana-curaca Chachapoya) y Cajazinzín (curaca Chimú). La ayuda de estos cuatro curacas y jefes guerreros fue fundamental para aniquilar el Estado Inca, tanto que el historiador Juan José Vega diría que sin ellos Pizarro no habría podido conquistar el imperio de los Incas. De igual modo lo creyeron los historiadores: Porras Barnechea, Juan Antonio del Busto, Edmundo Guillén, María Rostworowski, Waldemar Espinoza Soriano, entre otros.
Es necesario subrayar la frase “naciones diversas y contrarias” que usó el cronista mestizo, sólo así puede comprenderse el rápido avance de Pizarro hacia Cajamarca y hacia el Cusco, pues resulta difícil de creer que un Estado tan poderoso cayera tan rápido en manos de tan pocos españoles (no más de 300). La historia oficial española en torno a estos sucesos engrandecen las hazañas de los conquistadores sin mencionar la gran ayuda de los aliados indígenas, de los ”indios amigos”
Para empeorar las cosas, al interior de las propias panacas cusqueñas también se gestaron actos de traición. Fueron aliados de los españoles y acérrimos enemigos de Manco Inca cuando inició el primer y gran levantamiento antiespañol su medio hermano Paullo Inca (quien también era hijo de Huayna Cápac) y Páscac Inca (perteneciente a la panaca de Túpac Yupanqui y sobrino de Huayna Cápac) este último comandó a los “indios amigos” que permitió a los hermanos de Pizarro tomar la fortaleza de Saysachuaman y obligar al Inca rebelde a levantar el cerco al Cusco cuando los españoles estaban prácticamente derrotados.
El Perú fue y es un mosaico de culturas, etnias, lenguas, tradiciones, climas, arquitecturas, etc. Tener en cuenta esto nos ayudaría a entender la falta de unidad que ahora clamamos los peruanos.
Como dijo un notable historiador, “los Incas no tuvieron tiempo para cuzqueñizar, menos para incaizar”.