lunes, 7 de enero de 2008

"La psicología de masas del fascismo": Los mecanismos psicologicos para influir en la población

La psicología de masas del fascismo

Wilhelm Reich
La Jornada.
Traducción de Alfonso Herrera Salcedo T.

Para que los horrores no vuelvan a ocurrir conviene recordarlos y estudiar a fondo su génesis y su desarrollo. Por esta razón, consideramos necesario publicar esta nueva traducción (hecha por Alfonso Herrera Salcedo T.) de la Psicología de masas del fascismo de Wilhelm Reich. Por esta obra, el maestro de La función del orgasmo tuvo que huir de Austria y Alemania, y refugiarse en Estados Unidos, donde cayó en manos de McCarthy y sus sicarios. La clase media, la familia autoritaria, las empresas privadas y sus capataces y el estado totalitario se entrecruzan en este ensayo (que publicamos en dos partes) sobre la gestación del huevo de la serpiente. Otras sierpes andan reptando en estos primeros años del siglo XXI.
El Führer y la estructura de masas

Si, en fechas futuras, la historia de los procesos sociales le permitiera al historiador reaccionario especular sobre el pasado de Alemania, percibiría, sin duda, en el éxito de Hitler, entre 1928 y 1933, la prueba de que un gran hombre sólo logra trascender en la historia en la medida en que encienda a las masas a través de "su idea". De hecho, la propaganda del Nacional Socialismo se edificó sobre una "ideología del führer". La comprensión limitada de los propagandistas del Nacional Socialismo acerca de los mecanismos que los habían llevado al éxito correspondía, en igual medida, a su escaso entendimiento de las bases históricas del movimiento Nacional Socialista. Esto se observa claramente en el artículo que se publicó en esas fechas escrito por Wilhelm Stapel, miembro del Nacional Socialismo, cuyo título era "Cristianismo y Nacional Socialismo". En él afirmaba: "La razón misma por la que no se puede atacar al Nacional Socialismo mediante argumentos es porque se trata de un movimiento elemental; los argumentos tendrían efectividad sólo si el movimiento hubiese llegado al poder a través de la argumentación."

De acuerdo con esta peculiaridad, los discursos que se pronunciaban en los mítines del Nacional Socialismo destacaban por su habilidad para influir en las emociones de los individuos al interior de las masas y evitar, en la medida de los posible, cualquier argumento relevante. En varios pasajes de su libro Mein Kampf, Hitler subraya que las verdaderas tácticas de la psicología de masas se abstienen de cualquier argumentación y de enfocar la atención de las masas, en todo momento, en el "gran objetivo final".

La apariencia que reviste este último después de la toma del poder, se aprecia claramente en el fascismo italiano. Los decretos de Goëring en contra de las organizaciones de las clases medias, el desaire a la "segunda revolución" que esperaban los partisanos, el incumplimiento de las medidas socialistas que se habían prometido, etcétera, exhibieron la función reaccionaria del fascismo. El siguiente comentario nos muestra cuán poco entendía el mismo Hitler el mecanismo de su éxito:

«Esta amplitud de nuestros designios, de la cual nunca debemos alejarnos, en combinación con un énfasis constante y consistente, permite la maduración del éxito final. Entonces, ante nuestro asombro, contemplaremos los tremendos resultados a los que nos conduce tal perseverancia -unos resultados que casi están más allá de nuestro entendimiento (cursivas mías, WR).»1

Por esta razón, el éxito de Hitler, de ninguna manera podría explicarse sobre la base de su papel reaccionario dentro de la historia del capitalismo; de haber asumido ese papel abiertamente en su propaganda, habría obtenido unos resultados opuestos a los que perseguía. En términos de la psicología de masas, la investigación del efecto que producía Hitler debe partir del supuesto de que un führer, o cualquier paladín de una idea, puede ser exitoso ( desde una perspectiva histórica, o desde una que sea limitada), sólo si su punto de vista personal, su ideología o su programa son semejantes a la estructura promedio de una amplia categoría de individuos. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué situación histórica y sociológica constituye el génesis de estas estructuras de masas? A partir de ahí, las interrogantes de la psicología de masas se transfieren del terreno de la metafísica que representa la "idea del führer", hacia la realidad de la vida social. Sólo cuando la estructura de la personalidad del führer está en armonía con las estructuras de los grupos masivos, puede un "führer" escribir la historia. Que deje una huella permanente en la historia o tan sólo temporal, depende únicamente de saber si su programa sigue la dirección de los procesos sociales progresistas, o si se encarga de contenerlos. En consecuencia, nos hallamos en la ruta equivocada si intentamos explicar el éxito de Hitler basándonos únicamente en la demagogia del Nacional Socialismo que permitió la "desorientación de las masas", su "engaño", o si empleamos el término confuso y hueco de "psicósis Nazi", que utilizaron más tarde los comunistas y otros políticos. Se trata justamente de entender por qué las masas resultaron tan accesibles al engaño, a la confusión y a una situación psicótica. Sin un conocimiento preciso de lo que , no puede resolverse el problema. Afirmar que el movimiento encabezado por Hitler era un movimiento reaccionario no es suficiente. El éxito del nsdap ante las masas resulta inconsistente con este supuesto papel; ¿por qué razón varios millones de gentes habrían de respaldar su propia represión? Nos hallamos frente a una contradicción que sólo puede explicarse mediante la psicología de masas -y no por la política ni por la economía.

El nacional socialismo empleó diferentes medios en su trato con las diversas clases sociales, y formuló numerosas promesas según la clase social que necesitase en cada instancia. Por ejemplo, durante la primavera de 1933, la propaganda nazi enfatizó el carácter revolucionario del movimiento nazi, buscando atraer a la clase obrera; fue así como "aclamó" la fecha del 1 de Mayo, aunque previamente hubo de apaciguar a la aristocracia en Postsdam. Sin embargo, atribuir este éxito únicamente a la estafa política, implicaría enredarse en una contradicción respecto a la idea básica de la libertad y excluir, al fin y al cabo, la posibilidad de una revolución social. La pregunta que debe responderse es: ¿por qué las masas permiten que se les defraude políticamente? Tuvieron todas las posibilidades de evaluar la propaganda de los diferentes partidos. ¿Por qué no advirtieron que, al mismo tiempo que prometía a los trabajadores que los medios de producción les serían confiscados a sus dueños, Hitler le ratificaba a los capitalistas que sus derechos serían respetados?

La estructura personal de Hitler y la historia de su vida no tienen importancia para entender el Nacional Socialismo. Sin embargo, es interesante que el origen de clase media de sus ideas coincida, en lo esencial, con las estructuras de aquellas masas que las aceptaron con tanta avidez.

Como sucede en todo movimiento reaccionario, Hitler se basó en el respaldo de los diversos estratos de la clase media baja. El Nacional Socialismo exhibe todas las contradicciones que caracterizan a la psicología de masas del pequeño burgués. Las cuestiones que se plantean son: 1. Comprender las contradicciones en sí, y 2. Formarnos una idea de su origen común bajo las condiciones de la producción imperialista. Nos limitaremos aquí a analizar las cuestiones relativas a la ideología sexual.

Antecedentes de Hitler

El führer que encabezó la rebelión de las clases medias alemanas era hijo de un burócrata. Esta circunstancia nos lleva a un conflicto característico dentro de la estructura de masas de la clase media. Su padre deseaba que se convirtiera en burócrata; sin embargo, el hijo se insubordinó en contra del plan paterno y resolvió que no obedecería "por ningún motivo"; se dedicó a la pintura y, en el proceso, cayó en la pobreza. A pesar de ello, la rebeldía en contra del padre siempre estuvo acompañada por el respeto y la aceptación de su autoridad. Esta actitud ambivalente hacia la autoridad -rebelión en contra de, aunada a aceptación y sumisión- constituye un rasgo característico de todas las estructuras de la clase media, desde la pubertad hasta la edad adulta, y es especialmente pronunciada en aquellos individuos que provienen de situaciones materiales precarias.

Hitler habla de su madre con gran sentimiento. Afirma que lloró sólo una vez en su vida, cuando ella murió. Su rechazo al sexo y su idolatría neurótica de la maternidad son evidentes en su teoría sobre la raza y la sífilis. (Véase el siguiente capítulo).

Cuando era un joven nacionalista que vivía en Austria, Hitler decidió emprender la lucha en contra de la dinastía austriaca que había "eslavizado a la patria alemana". En sus polémicas en contra de los Habsburgo, la acusación de que existían varios sifilíticos entre ellos ocupa un lugar preponderante. Uno no le prestaría mucha atención a este factor, de no ser porque la idea del "envenenamiento de la nación", y su actitud en general acerca de la sífilis, se plantean una y otra vez y, más adelante, después de la toma del poder, constituyen un punto central de su política doméstica.

En un principio, Hitler simpatizaba con los socialdemócratas porque estos últimos encabezaban la lucha a favor del sufragio universal, lo que habría permitido el debilitamiento del "regimen de los Habsburgo" que él detestaba. Sin embargo, Hitler sentía animadversión por el énfasis de la Socialdemocracia en contra de las diferencias de clases, su rechazo de la nación, de la autoridad del estado, de la propiedad privada de los medios sociales de producción, de la religión y de la moral. Lo que finalmente lo condujo a apartarse de los socialdemócratas ocurrió cuando se le invitó a formar parte de un sindicato. Se negó y justificó su negativa demostrando por vez primera su perspicacia acerca del papel desempeñado por la Socialdemocracia.

Bismarck se convierte en su ídolo; había logrado la unificación de la nación alemana después de luchar contra la dinastía austriaca. Agrupaciones como la antisemita Lueger y la nacionalista alemana Schönerer jugaron un papel preponderante en el futuro desarrollo de Hitler. A partir de ese momento, su programa se basa en designios nacionalistas e imperialistas que intenta alcanzar a través de métodos diferentes, más indicados que aquellos que había empleado la antigua "burguesía" nacionalista. Los medios que utiliza están determinados por su reconocimiento de la efectividad del poder marxista organizado, y por su comprensión de la importancia que revisten las masas dentro de cualquier movimiento político.

«...Sólo hasta que la visión internacionalista del mundo -dirigida políticamente por el marxismo organizado- se vea confrontada por una visión popular del mundo, organizada y conducida con el mismo sentido de unidad y, suponiendo que la energía combativa sea equivalente en ambos bandos, habrá de inclinarse el triunfo hacia el campo de la verdad eterna. »

«...Lo que resultó determinante para el éxito de la visión internacionalista fue su conducción por parte de un partido político organizado en base a tropas de asalto; la causa de la derrota de la visión opuesta sobre el mundo se debió, hasta la fecha, a la ausencia de un cuerpo unificado que la representara. No es la libertad irrestricta para interpretar la visión generalizada, sino la opción limitante, pero integradora, de una organización política la que permitirá luchar por una visión mundial y conquistarla.»

Muy pronto, Hitler descubrió la inconsistencia de las políticas de la Socialdemocracia y la impotencia de los viejos partidos burgueses, incluyendo al Partido Nacional Alemán.

«Los partidos "burgueses", como se denominaron ellos mismos, nunca serán capaces de atraer a sus filas a las masas "proletarias"; estamos frente a dos mundos que se oponen, en parte de manera natural, y en parte como resultado de una división artificial, y cuya relación mutua sólo puede ser de lucha. El más joven será el victorioso -y de esto se trata el marxismo.»

Hitler se encontró frente a las siguientes interrogantes: ¿cómo llevar la idea del Nacional Socialismo a la victoria? ¿De qué modo podía combatirse el marxismo en forma efectiva? ¿Cómo se debe actuar para acercarse a las masas?. Con estas dudas en mente, Hitler apela a los sentimientos nacionalistas de las masas, pero, al mismo tiempo, decide desarrollar su propia técnica de propaganda y emplearla de manera consistente para organizar a las masas, como lo había hecho el marxismo.

Así, lo que él desea, -y lo admite abiertamente- es instaurar un imperialismo nacionalista, a partir de métodos que se apropian del marxismo, incluyendo su técnica de organización de masas. Sin embargo, el éxito de esta forma de organización de masas debe atribuírsele a las masas y no a Hitler. La estructura autoritaria del hombre, temerosa de la libertad, fue la que permitió que su propaganda echara raíces. Por ello, la importancia que adquiere Hitler en términos sociológicos no surge de su personalidad, sino de la importancia que le confieren a él las masas. Lo que torna aún más complejo el problema es el absoluto desprecio que le profesa Hitler a esas masas, de cuyo auxilio necesitaba para concretar sus ideas imperialistas. En lugar de esgrimir una serie de pruebas para demostrar este argumento, basta con una cándida confesión: "...el humor del pueblo no era más que el desecho de aquello que se canalizaba hacia la opinión pública desde arriba".

¿De qué forma estaban constituidas estas estructuras de las masas, para que, a pesar de todo esto, acabaran empapándose de la propaganda de Hitler?

Sobre la psicología de masas en la clase media

Establecimos que el éxito de Hitler no se debe ni a su "personalidad", ni al papel objetivo que desempeñó su ideología dentro del capitalismo. Por otra parte, tampoco se le puede atribuir al simple "ofuscamiento" que suscitó en las masas que lo seguían. Hemos puesto el dedo en el meollo del asunto. ¿Qué sucedía al interior de las masas como para llevarlas a seguir los dictados de un partido cuyo liderazgo, tanto de manera objetiva como subjetiva, era diametralmente opuesto a los intereses de la clase trabajadora?

Para responder a esta pregunta, antes debemos recordar que, durante su primera incursión exitosa, el movimiento Nacional Socialista se apoyó en las amplias capas de las llamadas clases medias, es decir, los millones de empleados públicos y privados, los comerciantes de la clase media y el campesinado de las clases bajas y medias. Desde el punto de vista de su base social, el Nacional Socialismo era un movimiento de la clase media, y lo fue en cualquier parte que surgiera, ya sea en Italia, Hungría, Argentina o Noruega. Es por ello que la clase media baja, que anteriormente se situaba al lado de las diferentes democracias burguesas, tuvo que haber experimentado una transformación interna que la llevó a cambiar su posición política. La situación social y la estructura psicológica asociada a ella en las clases medias bajas, nos permiten explicar las similitudes y las diferencias básicas entre la ideología de la burguesía liberal y los fascistas.

La clase media baja fascista es la misma que la clase media baja de la democracia liberal, pero en un diferente periodo histórico del capitalismo. Durante los años electorales, entre 1930 y 1932, el Nacional Socialismo obtuvo sus nuevos votos casi exclusivamente del Partido Nacional Alemán y de las pequeñas facciones partidistas existentes en el Reich alemán. Sólo el centro Católico mantuvo su posición, aún en la elección prusiana de 1932. No fue sino hasta esta última elección cuando el Nacional Socialismo logró también una incursión exitosa al interior de las masas de los trabajadores industriales. La clase media fue, y continuó siendo, el bastión de la esvástica. Esta misma clase, como defensora de la causa del Nacional Socialismo, fue la que irrumpió en la arena política y contuvo la reconstrucción revolucionaria de la sociedad durante la convulsión económica más severa que había experimentado el sistema capitalista (1929-32).La interpretación política de la reacción, en cuanto a la importancia de la clase media, fue absolutamente correcta. En un folleto del Partido Nacional Alemán, con fecha del 8 de abril de 1932, puede leerse: "La clase media tiene una importancia decisiva para la existencia del Estado."

Después del 30 de enero de 1933, la cuestión de la importancia social de la clase media fue ampliamente discutida por la izquierda. Hasta entonces se le había prestado muy poca atención a esta clase, en parte porque todos los intereses se enfocaban en el desarrollo de la reacción política y del liderazgo autoritario del Estado y, en parte, porque una línea de cuestionamiento basada en la psicología de masas era impensable para los políticos. A partir de ese momento, en diferentes ámbitos, se le otorgó paulatinamente una mayor prominencia a la "rebelión de la clase media". Al estudiar las discusiones sobre este tema, sobresalen dos puntos de vista: el primero afirmaba que el fascismo "no era sino" el partido guardián de la clase media alta; el segundo, sin restarle importancia a este hecho, hacía hincapié en "la rebelión de las clases medias"; a consecuencia de ello, los exponentes de esta tesis fueron acusados de omitir el papel reaccionario del fascismo. Para sustentar tal acusación, se mencionaba el nombramiento de Thyssen como dictador económico, la disolución de las organizaciones económicas de la clase media y el rechazo a la "segunda revolución"; en síntesis, se hacia referencia al carácter reaccionario sin ambages del fascismo, que se volvió cada vez más evidente y pronunciado desde finales del mes de junio de 1933.

Ciertos elementos ocultos se evidenciaron durante estas discusiones tan acaloradas. El hecho de que, al hacerse del poder, el Nacional Socialismo se mostró, cada vez más, como un nacionalismo imperialista cuyas intenciones eran las de eliminar cualquier contenido "socialístico" que tuviera el movimiento, y prepararse para una guerra con todos los medios a su alcance, no se contradecía con el hecho de que el fascismo tenía respeto por sus bases populares y que, en realidad, constituía un movimiento de la clase media. Si no hubiese prometido luchar en contra del gran capital, Hitler nunca habría logrado el apoyo de las clases medias. Obtuvo su respaldo para conseguir la victoria porque estaban en contra de ese gran capital. Debido a la presión que ejercieron las clases medias, las autoridades se vieron obligadas a adoptar medidas anticapitalistas, del mismo modo que, más tarde, tuvieron que abandonarlas bajo la presión del gran capital. Si no se distinguen los intereses subjetivos de las masas que conforman la base de un movimiento reaccionario, de la función objetiva reaccionaria -los dos se contradicen uno al otro pero se reconcilian bajo el manto de la totalidad del movimiento nazi- no es posible comprender todo esto. El primero tiene que ver con los intereses reaccionarios de las masas fascistas, mientras que el segundo se refiere al papel reaccionario del fascismo. Todas las contradicciones del fascismo se originan en la antítesis de estas dos facetas del movimiento, del mismo modo que su recomposición en una figura única, el "Nacional Socialismo", caracteriza al movimiento de Hitler. Dada la necesidad del Nacional Socialismo de hacer hincapié en su carácter de movimiento de clase media (antes de su llegada al poder e inmediatamente después),de hecho fue anticapitalista y revolucionario. Sin embargo, no despojó al gran capital de sus derechos y, ante la urgencia de consolidar y mantener el poder que había alcanzado, su función en pro del capitalismo se llevó cada vez más al primer plano hasta que, finalmente, el movimiento se convirtió en el partidario más acérrimo del imperialismo y del orden económico capitalista. Sobre el particular, resulta del todo irrelevante saber cuántos de sus líderes tenían una filiación socialista honesta o deshonesta (¡de acuerdo a su definición de esta palabra!), al igual que carecía de importancia saber cuántos de entre ellos eran impostores consumados y traficantes del poder. Una política radical antifascista no puede basarse en estas consideraciones. Todo lo necesario para entender el fascismo alemán y su ambivalencia, podía aprenderse a partir de la historia del fascismo italiano, ya que éste último mostraba también la reconciliación, en un todo, de estas dos funciones, contradictorias en sentido estricto.

Quienes niegan la función de las masas como base del fascismo o no le conceden la importancia que amerita, se quedan atónitos ya que, en su opinión, la clase media que no posee los principales medios de producción y que no trabaja con ellos no puede convertirse en una fuerza motriz permanente de la historia y, por lo mismo, debe oscilar entre el capital y los trabajadores. No comprenden que la clase media puede ser y es "una fuerza motriz de la historia", tal vez no de manera permanente, pero sí temporal, como lo hemos aprendido del fascismo italiano y alemán. No sólo nos referimos a la demolición de las organizaciones obreras, a los innumerables sacrificados y a la irrupción de la barbarie; más allá de todo esto, el fascismo impidió que la crisis económica se tradujera en un levantamiento político, en una revolución social. Dicho claramente: mientras mayor sea la amplitud e importancia de los estratos de la clase media de una nación, más decisiva será su participación como una fuerza social efectiva. A partir de 1933, y hasta 1942, nos hallamos frente a la paradoja de que el fascismo había sido capaz de aventajar al internacionalismo revolucionario social como un movimiento internacional. Los socialistas y los comunistas estaban tan seguros del progreso del movimiento revolucionario en relación con el de la política de la reacción, que cometieron un rotundo suicidio político, aunque eran guiados por las mejores intenciones. Este punto amerita una atención muy particular. El proceso que ocurrió durante la última década en las diversas capas de la clase media en todos los países, merece una atención mayor que la opinión tan banal y trillada de que el fascismo constituye la reacción política llevada al extremo. La simple constatación de la naturaleza reaccionaria del fascismo no permite el desarrollo de una política opuesta que resulte efectiva, como se demostró ampliamente con los sucesos ocurridos entre 1928 y 1942.

La clase media se involucró en los acontecimientos e hizo su aparición como fuerza social a través del fascismo. Por lo mismo, lo que importa, no son los propósitos reaccionarios de Hitler o de Göering, sino los intereses sociales de los diversos estratos de la clase media. Dadas las características de su estructura, la clase media posee un poder social que supera ampliamente su importancia económica. Se trata de la clase encargada de preservar nada menos que millares de años de patriarcado y de perpetuarlo con todas sus contradicciones.

El simple hecho de que exista un movimiento fascista es, sin duda, la expresión social del imperialismo nacionalista. No obstante, para que este movimiento fascista se convirtiera en un movimiento de clases y que lograra, además, tomar el poder (cumpliendo, a partir de ahí, su función en pro del imperialismo), debió contar con el apoyo absoluto que recibió de la clase media. Sólo al tomar en cuenta estas contradicciones y antítesis, cada una por separado, es posible comprender el fenómeno del fascismo.

La posición social de la clase media está determinada por: 1. Su posición dentro del proceso capitalista de producción. 2. Su posición dentro del aparato autoritario del estado. 3. Su particular situación familiar que depende directamente de su posición en el proceso de producción, y que representa la clave para entender su ideología. Sin duda existen diferencias en la situación económica de los pequeños campesinos, de los burócratas y de los empresarios de clase media, pero la naturaleza básica de su situación familiar es la misma.

Durante el siglo XIX, el veloz desarrollo de la economía capitalista, la rápida y continua mecanización de la producción, la amalgama de las diversas ramas productivas en sindicatos monopólicos y mutualidades, representa el origen de la pauperización progresiva de los pequeños comercios y negocios de las clases medias bajas. Incapaces de competir con las grandes empresas de mayor rentabilidad económica, las pequeñas firmas se arruinaron sin posibilidad alguna de recuperación.

"La clase media no puede esperar de este sistema sino una aniquilación despiadada. La cuestión es la siguiente: o nos hundimos todos en la profunda y gris desolación del proletariado, en donde todos poseemos lo mismo, es decir casi nada, o bien la energía y la aplicación le permitirán de nuevo al individuo estar en posición de adquirir una propiedad, gracias al arduo trabajo. ¡Clase media o proletariado! ¡Esta es la cuestión!" - tal fue la advertencia de los Nacionalistas alemanes antes de la elección para la presidencia de la república en 1932. Los Nacional Socialistas actuaron con menor descaro; en su propaganda evitaron instigar una división marcada entre la clase media y el grueso de los trabajadores de la industria; este enfoque resultó más provechoso.

La lucha en contra de las grandes tiendas desempeñó una función preponderante en la propaganda del NSDAP. La contradicción entre el papel del Nacional Socialismo en favor de las grandes empresas, y los intereses de la clase media de la que derivaba su principal apoyo, se aprecia en la conversación de Hitler con Knickerbocker:

«Las relaciones germano-americanas no habrán de depender de una mercería cualquiera [refiriéndose a la situación de la tienda Woolworth en Berlín] ... la presencia de ese tipo de empresas promueve el bolchevismo... destruyen a numerosas empresas pequeñas. No las sancionaremos por estos motivos, pero pueden estar seguros de que sus empresas de esta naturaleza que se establezcan en Alemania, recibirán el mismo trato que las empresas alemanas similares.» 2

Las deudas de las empresas privadas con los países extranjeros representaban una enorme carga para la clase media. Dado que su política exterior dependía de la solución de las reclamaciones extranjeras, Hitler favorecía el pago de estas deudas privadas; no obstante, sus partidarios demandaban la anulación de las mismas. Por ello, la clase media baja se rebeló "en contra del sistema", en alusión al "régimen marxista" de la Socialdemocracia.

A pesar de la urgencia de los estratos inferiores de la clase media -bajo la presión de la crisis- de formalizar alianzas organizativas, la competencia económica que enfrentaban las pequeñas empresas operaba en contra del establecimiento de un sentimiento de solidaridad equivalente al de los trabajadores industriales. Como consecuencia de su situación social, el individuo de la clase media baja no podía aliarse ni con su propia clase ni con los obreros. No podía hacerlo con su clase porque, al interior de ella, reinaba la ley de la competencia, y tampoco con los trabajadores, porque su mayor temor era precisamente la proletarización. Sin embargo, el movimiento fascista logró construir una alianza dentro de la clase media baja. ¿Cuál fue la base de esta alianza en cuanto a la psicología de masas?

Hallamos la respuesta a lo anterior en la posición social de los empleados públicos y privados de la clase media y baja. La posición económica del empleado promedio es inferior a la de los trabajadores industriales calificados; esta situación más precaria, de algún modo se ve compensada por la exigua perspectiva de hacer carrera y, en el caso de un empleado gubernamental, por una pensión vitalicia. De modo que, bajo la autoridad del gobierno, prevalece una actitud de competencia hacia sus colegas, lo que se contrapone al desarrollo de la solidaridad. La conciencia social del empleado no está influenciada por el destino que comparte con sus compañeros de trabajo, sino por su actitud respecto al gobierno y a la "nación". Ello se traduce en una total identificación con el poder del Estado 3 y, en el caso del empleado de una compañía, en su identificación con la misma. Es tan sumiso como el trabajador industrial. ¿Por qué, entonces, no desarrolla un sentimiento de solidaridad como sucede con el trabajador de la industria? Esto se debe a su posición intermedia entre la autoridad y el conjunto de los trabajadores manuales. Aunque es un subordinado de los que se encuentran en la cima, para los que se sitúan por debajo de él, constituye un representante de la autoridad y disfruta, como tal, de una posición moral (y no material) de privilegio. En términos de psicología de masas el arquetipo de este personaje en el ejército es el sargento.

Los mayordomos, valets y otros empleados de las familias aristocráticas de estas características, son un ejemplo flagrante del poder de esta identificación. Al adoptar las actitudes, la forma de pensar y el porte de la clase dominante, experimentan un cambio radical y, en su afán de minimizar sus orígenes humildes, a menudo se convierten en una caricatura de la gente a la que sirven.

Esta identificación con la autoridad, la empresa, el Estado, la nación, etcétera, que puede formularse como "Yo soy el Estado, la autoridad, la empresa, la nación", constituye una realidad psíquica, y es una de las mejores ilustraciones de una ideología que se ha convertido en una fuerza material. Al inicio, la idea misma de imitar a sus superiores es la que estimula la mente del empleado o del oficial pero, gradualmente, a causa de su creciente dependencia material, toda su personalidad se remodela de acuerdo a los lineamientos de la clase dominante. Deseoso en todo momento de complacer a la autoridad, el individuo de la clase media baja crea una división entre su situación económica y su ideología. Vive bajo condiciones materiales muy precarias, pero asume aires de nobleza hacia afuera, muchas veces hasta caer en el ridículo. Se alimenta de mala manera y en cantidades insuficientes, pero le otorga una gran importancia a una "vestimenta decente". El sombrero de seda y el abrigo de vestir se convierten en el símbolo material de la estructura de su personalidad. Y nada es más adecuado para obtener una primera impresión de la psicología de masas de un pueblo que su manera de vestir. La actitud obsequiosa que caracteriza, de manera específica, a la clase media baja es la que distingue al hombre de esta clase del trabajador industrial.4

¿Qué tan lejos llega esta identificación con la autoridad? Ya hemos constatado que dicha identificación existe. Sin embargo, la cuestión es saber hasta qué punto -más allá de las condiciones económicas existenciales que lo afectan directamente- los factores emocionales refuerzan y consolidan la actitud del individuo de clase media baja, al grado de que su estructura no varía en tiempos de crisis, e incluso cuando el desempleo destruye la base económica inmediata.

Afirmamos anteriormente que las posiciones económicas de varios de los estratos de la clase media baja son diferentes, pero que los rasgos fundamentales de su situación familiar son los mismos. En esta situación familiar es donde encontramos la clave de las bases emocionales de la estructura descrita anteriormente.


Notas

1 Adolf Hitler, Mein Kampf, traduccción de Ralph Manheim, Houghton Mif. Flin Company, Boston, 1943, p. 185.
2 Después de la toma de poder, durante los meses de marzo y abril, las multitudes saquearon los almacenes, pero, muy pronto, los líderes del NSDAP pusieron un alto a estos actos. (Prohibición de la interferencia autocrática en la economía, disolución de las organizaciones de la clase media, etcétera)
3 Por identificación, el psicoanálisis describe este proceso como aquel donde una persona comienza a sentirse como una sola entidad con otra persona, acepta sus características y actitudes y, en sus fantasías, se sitúa en el lugar de ella. Este proceso trae consigo un cambio real en la persona que resiente la identificación, ya que "interioriza" las características de su modelo.
4 Esto sólo se aplica a Europa. La adaptación de las costumbres de la clase media por parte de los trabajadores industriales en Estados Unidos cancela las fronteras que existen entre ambas clases.