LA SEXUALIDAD DE HITLER
Tomado de: http://www.temas-estudio.com/hitler-psicologia/
La inquina hacia el recuerdo del Führer nazi es tal que en algunos documentales biográficos modernos (como por ejemplo el emitido hace algunos años por Mundo Olé ) se presentan escenas que, puestas en cámara lenta y en retroceso, parecen mostrar gestos feminoides del Dictador, tratando de sembrar la idea de homosexualidad (lo cual, desde luego, no tendría nada de malo si fuera verdad).
Recientemente, un libro sensacionalista de Lotear Matchtan (2004/2004) —rápidamente traducido al español, lo que denota el morbo que despierta este tema— vuelve a traer a colación el asunto de la
supuesta identidad secreta “gay” de Hitler. Parece que las mismas personas que abominan al nazismo por su discriminación racial utilizan la discriminación homofóbica para añadir supuestos baldones a su imagen.
Por ejemplo ya Rauschning (1940/1940), en Hitler me Dijo , que es el testimonio de un ex-funcionario nacionalsocialista .entonces ya emigrado., hacía algunas alusiones malintencionadas al respecto de la sexualidad hitleriana. Las siguientes citas del libro de este hombre que, por propia confesión, no se atrevía a chistar cuando estaba ante la presencia de su Führer, son sólo pequeñas muestras, aclarando que las palabras en cursiva son señaladas por mí:
... Goering tuvo siempre una actitud opuesta a la de Hitler, y... en el círculo de sus amigos íntimos, no tenía empacho en expresar groseramente su opinión sobre el “ loco afeminado ”. (p. 78)
Su boca arrojaba espuma; jadeaba como una mujer histérica y eructaba exclamaciones entrecortadas... (p. 82)
Fue la merienda tradicional de las familias alemanas. Hitler hacía de dueña de casa . Sosegado el espíritu, casi amable. (p. 84)
Recuerdo una frase de Forster, el amigo íntimo de Hitler. “Bubi” Forster, el niño terrible entre los gauleiters: “Ah, si tan siquiera Hitler pudiera saber cuan agradable es tener entre los brazos a una joven en flor... Ese pobre Hitler ”... Me guardé de hacerle ninguna pregunta. (p. 223)
Pero Rauschning no calculaba varias cosas que podrían mellar la credibilidad de sus “confidencias”: 1) no hay otro registro alguno de que Goering se expresara así de Hitler en privado; 2) el histerismo puede ser común a hombres y a mujeres por igual, así que calificarlo de “mujer histérica” suena a insulto vulgar tanto a Hitler como a las mujeres en general, y 3) posteriormente se descubriría que Forster, a quien atribuye una conducta de mujeriego, era, sí, un auténtico homosexual.
Pese a que sí se sabe que uno que otro individuo del círculo dirigente nazi era homosexual (especialmente los jefes de las SA que fueron asesinados en “la noche de los cuchillos largos”), como por ejemplo Roehm, Heynes y el mismo Forster; realmente no hay la menor prueba sólida de que el Dictador alemán lo fuera.
Es más, durante la dictadura hitleriana se persiguió a los homosexuales y era notoria la aversión personal del Führer hacia ellos: en una ocasión, con Hossbach (el autor del famoso Protocolo Hossbach ), Hitler le replicó hablando sobre uno de sus Generales investigado por el servicio secreto: “Ud. Se equivocó. Von Fritsch no es sólo un ser desviado, sino también un embustero. Claro que todos los homosexuales son embusteros” (Brissaud, 1975/?, p. 186).
Sin embargo, queda como un misterio la verdadera conducta sexual del Dictador nazi. Ciertamente se codeó con muchas mujeres y generaba reacciones histéricas de adoración en gran parte de las asistentes a sus mítines, mas no se le conoce con certeza romance alguno en el sentido convencional, excepto, en parte, los tenidos con su sobrina Geli y con Eva Braun; y ni aun en los mejores momentos de la relación de Hitler con ésta última hubo demostraciones de afecto íntimo entre ellos en público. Aunque algunos indicios llevan a considerarlo un sadomasoquista que sometía a sus amantes a crudas experiencias (Shirer, [1983/1959], al parecer Hitler embebido en la política nunca se preocupó eróticamente demasiado por las mujeres, al punto que muchos lo consideraban “neutro” o “asexuado”. Davidson (1981/?), consigna que durante su juventud el futuro Canciller expresaba su disgusto por la prostitución cuando pasaba por las zonas rojas de Viena, y Gunther (1939/?) anota que Hitler veía a las mujeres más como amas de casa o madres, comportándose con ellas como un caballero dado al besamanos “y nada más”.
Vallejo-Nágera (1980) dice al respecto lo siguiente:
La vida íntima de Hitler ha dado lugar a muchas elucubraciones. En parte debido a que Hitler fue siempre extremadamente discreto, en parte porque con su gran instinto propagandístico comprendió que una aureola de misterio en torno a su persona era muy conveniente para montar sobre ella las invenciones de la propaganda y, en parte, porque se veía obligado a ello al tener en verdad “algo que ocultar”. (pp. 18-19)
Lo que Hitler tenía que ocultar sólo puede conjeturarse. El informe de la autopsia de Hitler, hecho por los médicos soviéticos y misteriosamente guardado hasta 1968 (lo que después de todo suscita sospechas de fraude), indica la ausencia de un testículo, defecto congénito que no implica disfunciones mayores, pero que a nivel psicológico puede ser devastador.
Los investigadores franceses Charlier y de Launay (1980/1979) esbozan una posible explicación de la conducta sexual del líder nazi fundados en ello, anotando que había cierta constancia en la relación de Hitler primero con mujeres maduras o “amigas maternales” como Winifred Wagner, y después con mujeres-niñas como Geli Raubal o Eva Braun. Señalan que:
Si admitimos la existencia de un complejo de origen psíquico o físico, su preferencia por las mayores, que lo perdonan todo, y después por las adolescentes, que no saben nada y aceptan las explicaciones de un héroe de la guerra, puede explicar la adaptación de nuestro hombre. (p. 74)
Otras pistas llevarían a la hipótesis de una sífilis, posiblemente contraída en la Primera Guerra Mundial cuando Hitler era soldado. Según eso, los síntomas mentales y físicos del Dictador durante los últimos años de su vida (delirios, alucinaciones, temblores, etc.) se deberían a un estado terciario de esta enfermedad.
De cualquier manera había algo extraño relacionado con la autoimagen sexual de Hitler. Datos conexos a esto que confirmarían la existencia de un complejo psicológico son sus dos hábitos inveterados: por un lado rehusaba absolutamente ser visto en ropa de baño (o desnudo frente al masajista), y por otro cuando estaba en actitud de espera acostumbraba tomarse las manos a la
altura de la ingle, pose en la cual aparece en una gran cantidad de fotografías.
Lo cómico es que muchos de sus subalternos lo imitaron, como si se tratara de un gesto eminente. Algo así como la mano de Bonaparte metida en la solapa.