lunes, 7 de enero de 2008

¿Por qué es necesario destapar la brutalidad neonazi?

¿Por qué es necesario destapar la brutalidad neonazi?

Tomado de:
http://www.elmundo.es/elmundolibro/2003/11/12/no_ficcion/1068650737.html


A continuación reproducimos, por cortesía de la editorial Temas de Hoy, la introducción al libro 'Crímenes de guerra. Violencia skin y neonazi en España”,de Esteban Ibarra.

"No hace mucho tiempo recibí una llamada de la editorial Temas de Hoy para invitarme a escribir este libro. Acababa de participar en la presentación del Diario de un skin, de Antonio Salas, seudónimo de un periodista de investigación infiltrado en el movimiento neonazi español. Durante la conversación que mantuvimos me plantearon la idea de dar testimonio por escrito de las vivencias que mis palabras proyectaron en aquella presentación, en especial sobre la dura y trágica realidad de las víctimas de los crímenes neonazis en España. No tuvieron que esforzarse en convencerme, tan sólo era cuestión de encontrar tiempo y dar el empujón suficiente para abordar una tarea que, aunque estaba pendiente, tenía profundamente asumida como un compromiso vital. Ese es el punto de inicio de este libro.

Sin embargo, su verdadera elaboración comenzó mucho antes, el 13 de octubre de 1992. En esa fecha una noticia saltaba a todos los medios de comunicación: una inmigrante dominicana, Lucrecia Pérez, había sido asesinada en Aravaca (Madrid) por un grupo skin-neonazi. Como un resorte automático, saltó un dispositivo psicológico entre quienes reaccionamos ante ese bárbaro crimen que conmocionó a todo el país, un dispositivo mental que nos decía que había que parar esa violencia que nos amenazaba a todos. Los viejos demonios de un pasado duro y cruel para muchas personas que vivieron la transición democrática en España -un periodo poco explicado, en especial en lo referido a los crímenes cometidos por ultras y tramas negras que en aquellos tiempos atacaban a demócratas y tomaban las calles- parecía que volvían a estar presentes en nuestro país, amenazando esta vez no tanto a la democracia como a los ciudadanos, especialmente a los diferentes y a los más débiles e indefensos.

En efecto, en poco más de una década los sucesos criminales protagonizados por grupos neonazis se han multiplicado, y no hay ciudad en nuestro país que no haya notado su presencia. Se han producido decenas de asesinatos de gentes diversas, atacadas por grupos de cabezas rapadas, autenticas jaurías; ha habido centenares de víctimas graves por toda España, miles de agresiones brutales en las noches urbanas. Sin embargo, todos estos sucesos, escasamente apreciados en su verdadera dimensión, se han interpretado y saldado institucionalmente como hechos aislados cometidos por descerebrados bajo la ingesta de alcohol y pastillas. Las víctimas del neonazismo emergente, además de la violencia, han tenido que padecer la incomprensión administrativa y el silencio, cuando no la indiferencia de las instituciones. Estamos, sin ningún género de dudas, ante una asignatura pendiente de nuestra democracia.

A través de estas páginas proyecto mi actitud, a veces incomprendida, que se basa en un triple compromiso: en primer lugar, la defensa de unos valores en cuyo epicentro sitúo los derechos humanos y, lógicamente, la igual dignidad de todas las personas, la libertad y solidaridad. A su vez establezco un compromiso con las víctimas, con aquellos a quienes la intolerancia golpeó salvajemente hasta arrancarles la vida, destrozando también a sus familias y amigos, y convirtiendo también en afectada a una ciudadanía que asiste impotente a la tragedia. Finalmente es también un compromiso conmigo mismo, con el devenir de mi experiencia, que ha transcurrido entre episodios dolorosos e impactantes cada vez que algún grupo neofascista acabó con la vida de compañeros que luchaban por la libertad en aquella transición insuficientemente contada. Por todos ellos, en mi mente hay una idea fija: trabajar por alcanzar aquel ¡Nunca más!

Ese empeño frente al neofascismo de siempre, hoy vestido de xenófobo y racista, que elige como objetivo a inmigrantes, homosexuales, negros, indigentes o simplemente a jóvenes que se cruzaron por el camino con esas bandas neonazis, me llevó a crear el Movimiento contra la Intolerancia, que en sus orígenes estaba dedicado prioritariamente a los jóvenes y que con posterioridad ampliaría todos sus horizontes sociales. A continuación me deslicé al ámbito directo donde se mastica el dolor, a trabajar personalmente en su Oficina de Solidaridad con las Víctimas. Es realizando esta labor cuando he comprendido la verdadera dimensión del problema. He visto tanto daño y sufrimiento causado por la locura de la sinrazón neonazi, que he aprendido no sólo a temer, sino a luchar contra su verdadero y único protagonista: el odio.

En estas líneas maldigo a quienes lo infunden, a quienes lo alimentan, a quienes lo comunican, a quienes lo organizan y a quienes lo ejecutan, porque lo único que siembran es dolor irreparable y desconfianza en el género humano. A todos ellos mi repudio y, desde la posición en la que hablo, desde la empatía con las víctimas, en especial con los que perdieron la vida, en su nombre reclamo, hoy y siempre, nuestro derecho a la justicia y a la memoria. Y prevengo a la ciudadanía de esas criaturas de la doctrina del odio que se sienten raza superior, que son la expresión viva y actual de pasadas tragedias que descalifican la condición humana, los genocidios y, en especial, el holocausto. También advierto de la existencia de nefastas escuelas del odio que siguen generando aprendices comprometidos y ejecutores de crímenes que rememoran aquellos crímenes. Ante toda esta malignidad invito a las gentes a no caer en el hastío y a implicarse en un compromiso cívico permanente por la libertad.

En consecuencia, este libro ha de interpretarse desde la única perspectiva y posición que me permito para hablar sobre este problema, que como ya he dicho es el compromiso con las víctimas. No estamos ante un documento de análisis del neonazismo y los skinheads, aunque es preciso analizar aquellos aspectos que nos ayuden a interpretar la brutalidad de sus acciones; tampoco es una investigación de la lógica interna del funcionamiento de esos grupos-sectas que glorifican a Hitler y se consagran al racismo, aunque es preciso investigar, sobre todo para demostrar a policías, fiscales, jueces e instituciones que los graves crímenes que cometen estas bandas no son simples broncas juveniles. Para analizar e investigar indudablemente hay otros textos publicados de gran interés, pero este es un libro de denuncia y reivindicación que realizo en nombre de los que ya no pueden hablar porque han sido asesinados, en nombre de los que no hablan porque sufrieron tal violencia que quedaron mudos, y en nombre de quienes, amenazados y en soledad, vivieron con impotencia el abandono institucional. En nombre de todos, denuncio, acuso y reivindico.

Hablando hace tiempo con Violeta Friedman, judía y superviviente del campo de exterminio nazi de Auschwitz, además de profunda amiga y presidenta de honor del Movimiento contra la Intolerancia, sobre el surgimiento de grupos neonazis en España y de las víctimas que estaban generando, me insistía reiteradamente en que teníamos el deber moral de contarlo a los ciudadanos. Sus palabras todavía resuenan en mi cabeza, así como su ejemplo de valor enfrentándose al líder de los nazis españoles, León Degrelle,1 antiguo oficial de las inhumanas Waffen SS y fundador del rexismo en Bélgica, que vivía afincado lujosamente en Benalmádena (Málaga). Esta actitud valiente supuso para nosotros no solo un estímulo, sino la enseñanza del camino que hay que recorrer para defender la convivencia democrática.

Junto a los supervivientes de aquella gran tragedia del holocausto, que produjo miles de víctimas españolas (de los que cada vez y con los años van quedando menos por razones de edad), se encuentran las nuevas víctimas del odio ocasionadas por las nuevas criaturas del nazismo. Violeta Friedman siempre nos exhortaba a hablar a los jóvenes de este problema: "¿Y quién si no puede explicar a las nuevas generaciones la profunda maldad de esta ideología criminal? Al menos después de conocer la verdad, aquellas gentes que abracen sus dogmas oscuros ya no podrán sostener que lo hicieron engañados o por ignorancia. Todos los que actúen con pleno conocimiento y tal vez con el deseo inherente de matar, serán responsables y, por tanto, plenamente culpables".

Emplazados a la tarea, no había lugar a dudas. Conocedores del pasado y plenamente conscientes del presente, el imperativo ético nos mandaba escuchar su ruego, en el que nos confiaba esta responsabilidad, diciendo: "Espero que las nuevas generaciones puedan continuar mi trabajo. Que no nos olviden". Hasta su muerte, Violeta Friedman siempre colaboró en nuestra acción educativa y nos animó a perseguir los crímenes neonazis, llevándolos a los tribunales de justicia. Recuerdo su interés por las víctimas, cuando hablaba con las madres y los padres de los jóvenes asesinados por cabezas rapadas. Ella fue la primera persona que llamó a mi teléfono móvil tras conocer la sentencia del juicio a un skin por el asesinato de Aitor Zabaleta, para felicitarnos y mandar un beso a la familia del joven donostiarra. De sobra sabía que luchar contra la impunidad es fundamental y que ese era el camino.

Este libro es ante todo un testimonio combativo y solidario con las víctimas de la intolerancia, que son las grandes olvidadas a las que sólo se hace referencia en el momento del suceso. Porque hay quienes quieren reducir el problema a eso, a un suceso, más o menos trágico, pero un simple suceso. Por el contrario, y cuando menos, a las víctimas es a quienes se debe justicia, respeto y memoria porque su vida, que podía haber sido la nuestra o la de cualquier otra persona, fue arrebatada por quienes quieren acabar con la libertad de todos, empeñados en su megalomanía de crear la raza superior y, en su defecto, proceder a una limpieza étnica construyendo Estados racialmente homogéneos. En suma, y para entendernos, que nos quieren instalar en un genocidio permanente. En este sentido debe quedar claro mi mensaje a los skin-nazis: ni sois gloriosos, ni sois guerreros, ni sois valerosos. Simplemente sois gentes que, arropados en el anonimato y en el grupo, habéis perdido el alma. Los neonazis son sólo jóvenes sin piedad cuya ideología les ha transformado en psicópatas morales. Nadie puede encontrar nada de honorable en quien quema a un mendigo mientras duerme, en quien apuñala a un joven por llevar melena, o en quien dispara a bocajarro a un inmigrante por su color de piel. No entro en si les utilizan o no. Es lo más probable, pero esto no es lo importante: sólo hay que señalar que tienen uso de razón para saber cuándo su conducta es maligna. Ante su actitud, sencillamente una advertencia: siempre habrá una ciudadanía solidaria y democrática que reaccione, exija que se penalicen sus delitos y trabaje por erradicarlos.

En la primera parte de este libro nos acercaremos a los sujetos del odio, al rostro violento del racismo y a su práctica natural, la "caza del diferente"". En la segunda parte nos sumergiremos en sus crímenes, en especial en aquellos casos que más llegaron a conocimiento de la opinión pública. Por último, un acercamiento a la necesaria respuesta penal y a la insuficiente respuesta del Estado de Derecho ante este problema, con el drama de la víctima y su entorno familiar y con la necesaria respuesta ciudadana. Insisto, este no es esencialmente un libro sobre neonazismo; sí lo es sobre sus consecuencias en términos de violencia y crímenes racistas. Que nadie busque un tratado; en cambio, sí se encontrarán múltiples testimonios, algunos muy duros, de quienes nunca estarán entre nosotros porque fueron asesinados por el odio. En las últimas páginas se incluye también una cronología de la violencia ultra que nos permite observar la persistencia en el tiempo de estos crímenes, una aproximación de la simbología y el lenguaje críptico del odio, y un listado muy actual de páginas racistas en Internet y grupos neonazis.

Doy las gracias especialmente a mi abogado y amigo Marco Gómez de la Serna, protagonista de esta lucha en los tribunales de justicia, y a los comprometidos compañeros y compañeras del Movimiento contra la Intolerancia, que día a día se sumergen en los centros escolares hablando con los adolescentes y neutralizando el odio y la violencia. También a los periodistas que nos han acompañado en la denuncia, a aquellos particularmente significados, como Mariano Sánchez Soler, Alfonso Ojea, Antonio Salas (seudónimo) y tantos otros, algunos a su vez también víctimas, como muchos cámaras y reporteros gráficos cuyo trabajo nos ha permitido visualizar el odio. Y doy las gracias, desde luego, a Iñaki Gabilondo y a su equipo, pues siempre conté con su apoyo. Agradezco su apoyo a todos mis amigos, que son muchos, inmigrantes, homosexuales, negros, gitanos, judíos, protestantes, musulmanes y católicos, hippies, demócratas y ciudadanos de bien, por tomar parte en este combate esencial contra el fanatismo y la intolerancia. A todos mi ánimo y para todos mi respeto.

Sin embargo, la iniciativa ciudadana, aun siendo necesaria, no es suficiente, y en consecuencia, desde estas primeras líneas, no quiero dejar de reivindicar que el Estado debe enmendarse la plana y ejercer su compromiso como garante de la convivencia democrática y los valores constitucionales, y como protector de los ciudadanos. El Estado debe actuar a fondo ante el problema del neonazismo. La inexistencia de organismos especializados de policía, la escasa formación sobre estos temas de jueces y fiscales, junto a la ausencia de instrumentos de seguimiento y análisis, hacen poco menos que imposible luchar eficazmente contra los arrogantes grupos racistas y neonazis que tanto daño social están provocando. Espero sinceramente que este libro contribuya a lograr que tomen conciencia del problema y corrijan sus insuficiencias.

Finalmente dedico este esfuerzo a todos los profesores y a las familias, animándoles en la labor de educación en la tolerancia y para la convivencia, para que entre todos desterremos el racismo y la violencia, animándoles a exhortar a nuestros adolescentes y jóvenes a ese compromiso que Bertolt Brecht nos legó en su lecho de muerte con sus últimas palabras, donde nos manifestaba que:

"Una cosa he aprendido, y sé al morir que es válido para todos: ¿Qué significan vuestros buenos sentimientos si no hacéis nada con ellos? ¿Y qué será de vuestra sabiduría si no tiene ninguna consecuencia? Yo os lo digo: Preocupaos, cuando abandonéis este mundo, no de haber sido buenos. Eso no basta. ¡Hay que haber dejado un mundo bueno!""